sábado, 23 de junio de 2018



ELENA QUERIDA (diario de navegación)

El año 57 está cargado de acontecimientos para mí, tantos y tan decisivos que, si intento traerlos todos a esta conversación, pierdo el hilo y eso sería imperdonable. Las tardes en mi casa con Elena y Renée escuchando a Sarah Vaughan, en un disco  donde volvíamos y volvíamos sobre dos canciones que no nos cansábamosde repetir: Black Coffee y After hours, que le daba título a esa excelente producción. Merendábamos unas deliciosas "galleticas preparadas" que nos servía mi mamá (pequeños sandwiches con galletica de soda) en las que Elena, desde el primer día,dejó claro que preferiría, no el jamón dulce que casi siempre se utilizaba en ellas  sino el llamado "jamón de cocina"; antojo en el que era complacida con todo gusto por su anfitriona. La tarde se iba a todo correr.
 
Muy pronto, el cuarteto viajó a México (debe haber sido en ese momento cuando se grabó el único, incomparable disco de larga duración con arreglos de Chico O'Farrill, una pieza que no envejece, además de haberse convertido en el testimonio por excelencia de la primera etapa de esa agrupación vocal donde se abría a nuestro oídos el promisorio canto de Omara y Haydée Portuondo, Moraima Secada y Elena Burke, comandadas por Aida Diestro y su piano.Elena, cumplida y cariñosa, nos sorprendió con una postal.

Avanzaba el año y mi amistad con Giraldo Piloto, mi relación cada vez más cercana con los autores agrupados en la pequeña editora Musicabana, hacían soplar los vientos a favor de mis canciones. Bebo Valdés seleccionaba, transcribía y orquestaba tres de ellas para Fernando Álvarez, que las grabaría bajo el sello Gema.

A su regreso de México, no tardaría Elena en dirigir sus pasos, definitivamente, hacia una carrera en solitario que el devenir del cancionero creado en esta parte del mundo necesitaba, para fijar sellos autorales, estilos, gustos diversos o maneras de acompañar a una voz.Se inicia una etapa que agrupa  alrededor de esta cantante ya única a todo tipo de instrumentistas y compositores, y alimenta el gusto de un público que abundará en razones para reverenciar un arte que se niega a perecer. Muchos de mis primeros asombros, tropiezos, alegrías, nacen del gozo de entregar una canción recién nacida a una sensibilidad como la suya.
 
La vida nos hermanó en un naufragio de poca monta cuando un empresario mexicano se mostró interesado en grabarle un primer disco para lanzarla como solista. Ella se le apareció con una canción mía, que me hizo mostrarle y que el hombrecillo despreció, acusándome de estar "componiendo para el año 2000". Ignoro qué otras canciones puede haberle propuesto ella entonces o si viró la espalda, siempre voluntariosa,devota fiel de un tipo de repertorio incompatible con los reclamos facilistas de estos personajes que, de
tramo en tramo, quien más y quien menos en estos combates, ha tenido que tropezarse.Ni mi canción, ni ella,estaban destinadas a navegar en aguas de poco fondo.
 (Almendares, 23 de junio de 2018)