sábado, 27 de octubre de 2018

BERTHA MARTÍNEZ /COMO UN INMENSO ÁRBOL DE LA VIDA (I)

De niña, en su nativo Yaguajay, le pusieron un resguardo y le dijeron que con eso estaría protegida y que nada le pasaría, y ella se envalentonó. En lugar de codiciar los juguetes que tenían las niñas de dinero, como a lo mejor era tan poca su comunicación con el mundo de la fantasía, lo que hizo al verse con el resguardo colgado al cuello o prendido a la batica con un alfiler de criandera, fue medir fuerzas: correr al árbol que más le gustaba, trepar hasta donde quiso y saltar con todas sus ganas. Ya en el suelo, toda adolorida, quién sabe qué conclusiones sacó  y puso en acción para el resto de su vida (ella llegaba, en su narración, solo hasta esta parte del cuento).
Crédula fue, confiada, cuando le dio la gana; arrestada, cada vez que una idea se le clavaba en el medio de la frente. Se acogía --a la hora de saltar, y en vista de que los huesos habían seguido sanos-- a la vieja sentencia de que la sangre no llegaría al río.
Hoy, 27 de octubre, pienso que todo comenzó en aquel árbol corpóreo cuyas hojas deben haber sido de un verdecito donde los reflejos del sol se convertían en un llamado y neutralizaban cualquier percepción de riesgo. Pienso que muchas peripecias de la vida de Bertha Martínez tvieron algo de ese episodio. Nadie sabe cómo aprendió tantas cosas, si apenas pudo ir al colegio. Ganas constantes de saber, obsesión por no dejar escapar ni uno solo de los conocimientos que  fue arrancando de aquí y de allá y, cuando estuvo preparada y supo lo que quería, se preparó en grande para ser grande, no de dimensión ni de tamaño: grande de grandeza, que para eso anuestro idioma le sobra generosidad y ella, a fuerza de tanto leer, lo dominaba a la perfección.
La maravilla puede nacer de una niña de Yaguajay cuando,al paso de los años, rasga, enarbola y suelta una tira, o acierta a gobernar el rumbo de un estremecedor hilillo de luz. Misterios de la vida que, para nuestra suerte y la suya propia, Bertha Martínez nunca acabó de descifrar y cuyo poder de fascinación decidió proyectar en el despliegue de cada historia, en la encarnación de cada personaje.
Este día, esta misma tarde según voy armando cada uno de estos párrafos, en medio de la pesadumbre y el extraño sabor que la noticia de su partida física deja en nosotros, he sentido aflorar a Bertha Martínez como un inmenso árbol de la vida.

(Almendares, 27 de octubre de 2018)